LOS ECOS DESPERTADOS

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“Una china tirada a un estanque suscita ondas concéntricas que se extienden sobre su superficie, involucrando en su movimiento, a distancias distintas, con distintos efectos, al nenúfar y al junco, al barquito de papel y a la balsa de pescador. Objetos que se mantenían a su aire, en su paz o en su sueño, son como reclamados a la vida, obligados a reaccionar, a entrar en relación entre sí. Otros movimientos invisibles se propagan en profundidad, en todas las direcciones, mientras la china en su caída remueve algas, espanta peces, provoca siempre nuevas agitaciones moleculares…”
Gianni Rodari
Gramática de la fantasía

El proceso de explicar historias se asemeja mucho al hecho de lanzar una piedra a un estanque. Y el impacto provocará bien ondas de superficie o de profundidad. Esta reacción en cadena suscitará en el lector analogías y recuerdos, un llamado a la curiosidad, un reclamo a la experiencia propia, a la memoria, al inconsciente… según la finalidad perseguida en cada obra. Ésa es básicamente la técnica del relato: despertar unos ecos en la mente bien basados en una combinación sugerente de elementos ya presentes en la cotidianeidad o bien en unas premisas explicadas al inicio de la narración, a modo de reglas del juego literario en el que aceptamos participar, si nos aventuramos a seguir leyendo.

Un ejemplo ilustrativo que se ciñe a este esquema dentro de la corriente principal de la literatura y sobre el que existen referencias es el relato El dolor de Marguerite Duras, donde la protagonista encuentra unos cuadernos de diario que no tiene conciencia de haber escrito (elemento trasgresor, punto de divergencia…) y que sin embargo sabe que son suyos. Para, con posterioridad, ir analizando en la historia diferentes formas de dolor (ondas de choque, ecos despertados…), relacionadas con la deportación del gran amor de su vida.

Pasemos ahora al ámbito de la ciencia ficción.

En los primeros estadios de un escritor de ciencia ficción, la reacción primordial que busca es la de sorprender. Y el énfasis está en mostrar principalmente el impacto de la piedra en el agua. Narraciones ya clásicas de este tipo podemos citar por ejemplo: Los hombres son diferentes de Alan Bloch en la que un robot intenta reparar los circuitos termostáticos de un hombre y, consecuentemente, lo mata; Aunque caiga un gorrión de Scott Nichols en la que se descubre que la finalidad de la especie humana ha llegado a su fin pues era la transmisión recién realizada de un mensaje encriptado en nuestro código genético; En el cometa de Arthur C. Clarke el típico relato que sorprende con una amena divulgación científica; Arde el cielo de Harlan Ellison que muestra una conmoción cosmológica y cultural, una original y deprimente lección de humildad a la humanidad.

Otra perspectiva curiosa es contar la historia desde atrás hacia delante, es decir reparando primero en las ondas, en las repercusiones lógicas, mostrando un escenario que no se comprende completamente hasta que el autor no te permita vislumbrar el momento cero donde la realidad literaria se separó de la real. El efecto es la cuadratura del círculo: «ahora ya lo entiendo». La X señala el paso de peatones de Fritz Leiber se ciñe, según mi opinión, a este esquema, con una sociedad demencial en la que peatones y conductores están en un conflicto permanente, una lucha violenta sin cuartel, y que no comprendes hasta que te explica que el Coeficiente de Cordura de la población decae progresivamente y es el responsable de un panorama tan surrealista. Por citar otro ejemplo con parecida estructura literaria, Con un dedo en mi ego de David Gerrold que muestra una realidad distorsionada a causa de distintas percepciones y creencias en los cambios.


Personalmente, pienso que la verdadera excelencia en el arte de narrar cuentos se da cuando recurres exclusivamente a la forma de combinar lo cotidiano, dejando los elementos transgresores o las singularidades científicas que lo justifican reducidos a una mínima expresión: una simple mención. Sin apenas distorsiones, no se aprecian ondas en la superficie del estanque pero la agitación está en la profundidad. Se persigue provocar la mayor conmoción en el lector pues le enseñas cómo la fuerza de la ficción puede abrirse camino sin máscaras hasta las puertas de la propia realidad. El rebaño de César Mallorquí es un ejemplo muy válido: extinguidos los hombres, no se puede decir que la sociedad humana haya desaparecido hasta que sus obras también llegan a su fin: la muerte del último perro pastor y del rebaño que guarda. Otro ejemplo digno de consideración pienso que es La cosa de Richard Matheson, donde los asistentes a un espectáculo contemplan sencillamente lo imposible: la máquina del movimiento perpetuo que no permitirán que se pare nunca.

Claudio Landete Anaya
Editorial del Grupo de Ficción Especulativa. 2 Mayo 2010.

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