- LA DOCTRINA OFENSIVA -


1

El General de cuatro estrellas Norman Schwarzkopf inclinó su ancha figura y cerró los ojos cuando concluyó el parte de guerra correspondiente a los incidentes acaecidos en la autopista Basora-Bagdad. Era el 26 de febrero de 1991 y en el aire irrespirable de la tienda de campaña tanto el humo de los cigarros como el sudor de los estrategas competían con otra forma de hedor más sofocante: el de la muerte.

Las últimas palabras del informe habían sido escritas por el coronel Anthony Moreno: «Probablemente hemos matado a unos cuantos miles de soldados de la infantería iraquí, enterrándoles en sus trincheras, muchos de ellos aún vivos»

Las explicaciones verbales sucedieron a la información escrita.

-Las unidades iraquíes que se quedaron para luchar sufrieron el ataque combinado de tres cuerpos de la 1ª División motorizada, cuyos tanques especialmente diseñados llevan delante una pala excavadora con la que pueden enterrar a... –explicaba Joe Purvis.

-Lo sé. Conozco a la perfección nuestros carros de combate. No es necesario que prosigan con la exposición –cortó secamente el general-. ¿Qué está sucediendo en esta campaña? ¿Cómo es posible que una estrategia tan bien planificada como la operación “Tormenta del desierto” esté desembocando en... en... –no encontraba la palabra oportuna- ...en esto?


2


Era una reunión del Estado Mayor Conjunto, junto a Schwarzkopf se encontraban: el General de brigada Buster Glosson, conocedor de los ataques aéreos de las tres primeras fases y el Teniente coronel Joe Purvis, en representación de la fase cuarta, maniobras terrestres, a la vez que también jefe del equipo SAMS, los cerebros pensantes de la Escuela de Estudios Militares Avanzados que habían evaluado, supuestamente, todas las contingencias posibles de un ataque en gran escala.

-Cuando planificamos esta campaña, nos las prometíamos muy felices, pensábamos que podríamos conseguir un factor cero. Todos ustedes son militares de carrera y saben a la perfección lo que significa esta expresión. En términos castrenses quiere decir que uno de los bandos en conflicto dispone de una superioridad de tal magnitud que es capaz de ganar una guerra con cero bajas entre sus filas o un número muy reducido, frente a la aniquilación absoluta del ejército enemigo.

-Lo estamos consiguiendo precisamente de esa forma. Es aceptable el coste humano entre nuestros soldados –respondió Buster Glosson.-. Esta guerra ya se ganó en la primera hora de ataque, con la destrucción de las dos principales estaciones de radar que vigilaban el pasillo aéreo de Bagdad y las incursiones subsiguientes. Después está siendo un mero despliegue de consolidación. El enemigo no tiene ninguna posibilidad de orquestar un contraataque ni de ofrecer resistencia significativa.

-No... No. Discrepo, caballeros. El panorama no es tan simple. ¿Y quién asume responsabilidades en los episodios de violencia descontrolada que estamos viviendo? Pueden emplear todos los eufemismos que les pasen por la cabeza: daños colaterales, fuego amigo, incidentes bélicos no planificados... pero lo cierto es que se está derramando mucha más sangre de la necesaria en el avance de las tropas de la Coalición Internacional. Los ataques no están siendo tan quirúrgicos como presumíamos.

-Ciertamente hay que reconocer una cosa –intervino el Teniente coronel Purvis-. Los errores incontrolados están aconteciendo en nuestro bando, las tropas de la coalición son las responsables, sin ningún paliativo ni excusa.

Estaba muy fresco en la memoria -sólo hacía una semana- el recuerdo de la masacre en el suburbio de Almiriya donde dos bombas guiadas por láser se estrellaron en un refugio para mil quinientos civiles, en su mayoría niños, a causa de un dossier erróneo de Inteligencia que informaba que en aquel lugar había un centro de mando militar enemigo. O un incidente similar en Fallujah donde aviones Tornado británicos apuntaron hacia un puente y alcanzaron un mercado al aire libre, sembrando el caos y la desolación entre inocentes.

Demasiados errores. Demasiados episodios de violencia sin control –la voz de Schwarzkopf se volvió más dura y crítica-. La CNN se está haciendo eco de esas situaciones, incluso transmitiendo imágenes comprometedoras y nos han obligado a los comandantes estadounidenses a disculparnos públicamente por estos errores. El mundo entero nos está juzgando en estos momentos, caballeros.

-Sé dónde quiere ir, Norman –Purvis cogió de nuevo el hilo de la conversación-. Esta Guerra del Golfo Pérsico podría haber supuesto una revolución sin precedentes en el arte de la guerra. Por primera vez hemos conseguido incomunicar casi por completo y desde el inicio de las hostilidades a una cadena de mando de un ejército enemigo. Los estrategas de Saddam Hussein están ciegos. Los aviones AWACS de las Fuerzas Aéreas de los EEUU están cumpliendo con notable éxito con la misión asignada de bloquear todas las transmisiones de radio en el espacio aéreo iraquí, eliminando el correcto flujo de información entre sus estructuras de mando.

-Y por otro lado –añadió Buster Glosson-, nosotros sí que hemos organizado un eficaz sistema propio de comunicación y localización, mediante antenas parabólicas plegables y transceptores portátiles alimentados por baterías. Nunca se realizó algo así con anterioridad: convertir la comunicación en sí misma en un elemento más de la doctrina ofensiva con tan notable éxito.

-Más a mi favor, señores, si hasta hemos conseguido aquí y ahora hacer del propio acto de comunicación un arma más a nuestro servicio. Mientras los adversarios ignoran de dónde les vienen los golpes, nuestros compatriotas -cómodamente en el sillón de su comedor- ven estrellarse casi en tiempo real las bombas guiadas por láser que lanzamos. Pero pese a la sofisticación de nuestros sistemas de ataque, se está truncando el paseo triunfal de nuestros soldados, pues cada día hay nuevos episodios lamentables fuera del plan de batalla que ocasionan muerte indiscriminada. ¿Qué pasa en este teatro de operaciones que no hemos sido capaces de anticipar? ¿Cómo pueden desviarse tantos proyectiles? ¿Por qué agredimos a tal cantidad de civiles, e incluso a aliados, si no es nuestra intención? En una frase, caballeros... ¿Qué estamos haciendo mal?


3




August Kopelan presentó por correo administrativo su carta renuncia. Si alguna vez pensó en una situación cómo aquella, la renuncia a la carrera castrense, siempre la imaginó menos decepcionante. Aunque cuando vio en las telenoticias el lamentable suceso de Samawah donde se destruyeron dos puentes estratégicos sobre el Éufrates, pero las bombas cayeron también sobre un pueblo vecino y murieron varios habitantes... supo que no le quedaba más opción que abandonar su cargo en la Escuela de Estudios Militares Avanzados.

Advirtió a su superior que no era posible llevar a la práctica un factor cero, que de hecho nunca lo sería para el hombre. Y cuando le pidieron razones, no gustó lo que salió de sus labios.

«Lo que denominamos factor cero, la aniquilación planificada de un ejército enemigo sin coste notable en nuestras filas, ni sobre terceros involucrados en la zona, nunca podrá llevarse a buen término. He apreciado un efecto curioso sobre la violencia marginal (la agresión o destrucción ocasionada como consecuencia de cada nuevo ataque, supuestamente selectivo, manteniendo constantes el resto de elementos), no decae, en vez de quedar localizada en el objetivo establecido se extiende por causas accidentales al resto del teatro de operaciones. Por lo tanto, pese al intento de control, se mantienen comparables los valores de la cantidad total de violencia con respecto a otras guerras del pasado.

No tendríamos que extrañarnos. El ser humano se resiste al cambio a todos los niveles. No hay ninguna razón objetiva para pensar que nuestro legado: obras y acciones, incluida la violencia, no padezcan de la misma condición o, si se prefiere otro término: imperfección. La guerra, que tiene sus orígenes en lo más antiguo, profundo y oscuro del alma, se comporta de forma invariable como hija legítima del hombre y se resiste a convertirse en otra cosa distinta de lo que ha sido, es y siempre será».



Claudio Landete Anaya
Mataró, España (año 2009)

No hay comentarios: