- PRISIONES -

Mi compañero yace lánguidamente entre las sábanas. Duerme. El acto sexual es un buen relajante, alivia las tensiones almacenadas durante la jornada. Después de varios fracasos conyugales, por fin he hallado mi pareja ideal.

La sensación de paz que me embarga a su lado, que invade mi persona, no deja lugar a dudas. Es mi complemento. Soy tan dichosa que hasta fantaseo, parezco una adolescente virginal que descubre los devaneos por primera vez. La vida sin un amor a quien prodigar caricias es vacía y hueca.

¿Por qué un Creador piadoso, omnipotente, autosuficiente e incuestionablemente infalible nos fragmentó en mitades imperfectas, dependientes. No, el cuerpo, el sexo, es como una... ¡¿celda?! que nos limita; no es obra divina, sino una crueldad.

¿Y si alguna entidad nos aprisionó en un pasado remoto, en castigo a acciones indignas y en previsión de futuros intentos de fuga fuimos alterados a nivel corporal y metafísico: disgregando el alma en varios recipientes orgánicos?.
Divide y vencerás. Entonces, hombres y mujeres, ignorantes reclusos que se sienten libres, invertiríamos gran parte de nuestros esfuerzos en buscar la mitad robada; y teniendo en cuenta la miríada de posibles parejas del sexo opuesto, escapar de este mundo prisión resultaría casi imposible: ocupados siempre en continuos flirteos, en equivocados cortejos hasta encontrar la persona idónea: otro aspecto diferente de nosotros mismos.

Aunque cabe una posibilidad que no había contemplado. Si alguien como yo está convencido de haber encontrado su complemento, como dicen vulgarmente: "la media naranja"; después de la breve y gozosa unión corporal que expande las percepciones, después del placer meramente físico, el encuentro de un espíritu dividido haría consciente a los amantes de su triste suerte. Se desmantelaría la gran mentira de la existencia: la Tierra es una penitenciaría y los humanos subyugados por el deseo carnal son sus propios carceleros. Las diferencias anatómicas ligadas al sexo constituirían los más hermosos grilletes que nadie pudiera concebir, infinidad de cerraduras para una sola llave.

Pero si ese venturoso encuentro se produce, como en mi caso, la farsa se derrumba. Puedo clamar a las masas la aterradora verdad, la humanidad en pleno se amotinaría y el espíritu, aun disociado, no habría sido subyugado plenamente. Así sucedería, si este sueño tentador no se apoderara de mi ánimo, como una liviana anestesia que evita que razone más.

-zzzzzzzzzzzzzzzz.


Claudio Landete Anaya
Mataró, España (año 1994)

1 comentario:

Pedro Novoa dijo...

Es fascinante la idea de la unicidad primigenia. Asimismo, desconcertante. Me hace recordar esa conferencia de Jacques Lacan cuando ante un público abarrotado de gente les increpaba su exagerada estupefacción: "señores no sé por qué se asombran tanto, este individuo ha hecho lo que en el fondo nosotros hacemos... Claro de manera simbólica..."
El individuo en mención había devorado a su enamorada. Lacan explicó que nosotros en nuestro lenguaje utilizamos frases como "me perteneces", "quiero ser tuyo", "estoy dentro de tì" y similares. Cuando nos casamos: "lo que une Dios, el hombre no pueda separar nunca"... La búsqueda de unicidad, esa media naranja tan desaprensible en estos tiempos es un tema atávico del hombre. Tan viejo como el miedo (como dice Lugones) pero paradójicamente tan vigente por ello mismo.
Felicitaciones, y me gustaría que siguieras desarrollando ese tema. Quizá alargando un poco más el cuento, trabajando la sicología por allí de los personajes un poco más...

Saludos, y enhorabuena
Pedro Novoa
Lima - Perú