- ROMANCE EN TIEMPO DISCONTINUO -

Una vez recogida la mesa, la Sra. Staton se marchó a la cocina con
lágrimas en los ojos y un lamento en el alma. Últimamente siempre lloraba. El ambiente en el hogar era de profundo disgusto desde hacía meses y el desencuentro crecía. Por ello, el Sr. Staton decidió, una vez más, entablar un diálogo constructivo, una salida a la triste situación.

-Hablemos, hijo. No podemos soportar una situación así, sin decirnos una palabra. Tu madre está destrozada.

-No tenemos nada que hablar. Ya he tomado la decisión. Prepararé la maleta y me iré a vivir con quien me quiere sin reservas ni condición alguna -dijo el joven.

-¿Es que no lo entiendes, Vincent? ¿Cuantas veces tendré que repetirlo? Ella, tu novia, ha dado positivo en el Test de reminiscencias. No os podéis casar. La Iglesia no consentirá en oficiar ese matrimonio.

-Llámala por su nombre: Elisabeth. ¿O es que también le vas a negar la condición de persona?

-No me respondas en ese tono. Sólo quiero hacerte entender que lo que ella siente puede ser muchas cosas, pero no amor... nunca amor... por lo menos hacia ti. Asúmelo, es una discontinua.

-¿Y por qué es eso tan malo? Esta sociedad es patética con tanto prejuicio.

-Vincent, escucha, nada nos alegraría más que saber que has dado con una muchacha que te quiere. Nunca nos opondríamos a un romance. Somos tus padres, por Díos bendito, sólo pensamos en tu felicidad. Nada que objetar, por ejemplo, si después de casaros se manifestase esa disfunción de la mente, como cualquier otra enfermedad sobrevenida. Y tú deber en ese caso sería cuidarla en la adversidad. Pero que Elisabeth entre en la familia, que le des el apellido Staton, sabiendo que ella, bueno... en fin... a día de hoy está contigo porque le eres útil para completar una representación mental y nada más que por eso, es muy duro de digerir para tus padres.

-Me ofendes y la insultas. Yo soy el amor de su vida. ¿Es tan difícil de asumir? Sólo veo recelo y desprecio porque no es de la misma clase social.

-Falso. No es amor, es otra cosa. Y tú bien lo sabes.

-¿Qué es lo que sé?

-Según las palabras de Marcus, el médico de la familia que ha revisado el test, tú eres un «epifenómeno» para ella. Tu papel en la mente y en el corazón de Elisabeth es el de un acontecimiento accesorio dentro de otro principal. ¿Crees que decirte esto no me rompe el alma, hijo?

El joven apretó los puños y se mordió la lengua. El Sr. Staton percibió un leve destello de aceptación. No podía ceder. El progenitor siguió con la conversación.

Los discontinuos fijan en su memoria algún evento principal para repetirlo una y otra vez, en un ciclo sin fin. Básicamente es recrear una sensación: un qué. Y las circunstancias: dónde, cómo o quién son accesorias, pero útiles porque permiten afianzar la reminiscencia del evento. Tu presencia sólo sirve para que no se corten los lazos asociativos en su universo interior. Los discontinuos no son normales, no aíslan la emoción ni de su contexto ni de su soporte afectivo. El Test de reminiscencias demuestra que con el transcurso de los años no se debilitan ni se aíslan sus recuerdos. Es como una suerte de obsesión, una mirada perpetua a un hecho del pasado, pero de una intensidad inusual. No te conviene, Vincent. Admítelo.

-Con la convivencia –reconoció el joven sus intenciones- sabré qué acontecimiento fue y miraré de vincularlo de alguna manera más a mí todavía, para que siempre desee estar a mi lado igual como yo anhelo vivir con Elisabeth toda la vida.

-No digas eso. ¿Cómo vas a iniciar una vida en común en esas condiciones? ¿Intentando ser un remedo de qué...? No sabes cuán profundo es el corazón de una mujer. No te resultará posible localizar un recuerdo de una vida ajena, un tesoro tan celosamente guardado pues en secreto es el motivo principal de su existencia, para explotarlo a tu favor. Sencillamente no podrás hacer que ella te corresponda. Admítelo: cubres una necesidad emocional... pero nunca será amor sincero. Y tú eres joven, con un porvenir abierto y con mucho valor para aportar en una relación, digamos... correspondida de veras. No es que quiera entrometerme en cómo tienes que trazar tu vida, es sólo que veo que te diriges a un abismo y no soy capaz de permanecer impasible, sin avisarte al menos.

Hubo un tiempo sin tantos silencios ni desencuentros en aquel hogar, pero parece tan lejano para Vincent y su padre. Tras un largo suspiro y una fugaz mirada esquiva, como buscando algún punto de apoyo alrededor, el porte del joven se avino un poco más con el tono conciliador de la conversación.

-He leído extenso acerca de los discontinuos. Que están desorientados en el tiempo. Que no se enriquecen ni aprenden en el mismo grado que nosotros de las experiencias posteriores al hecho trascendental que les provocó una emoción tan intensa. Los discontinuos viven más tiempo pendientes de reproducir intuitivamente las sensaciones de un pasado agradable que no en obtener nuevas experiencias de un presente o un futuro prometedor. Por eso les llaman así, no establecen una existencia
lineal. Sino una existencia a caballo entre el acontecimiento principal del pasado y las reminiscencias o hechos secundarios de los que se rodean en el presente.

-Vincent, hijo, te comprendo: yo también fui joven e impetuoso. Y cometí mis propios errores sin escuchar a nadie. Te pido que no te precipites, simplemente eso. Sigue viéndola si es tu deseo, pero no te comprometas aún. No sea que lo lamentes profundamente y tengas que vivir el resto de tus días con un peso imposible de soportar. La ciencia avanza rápidamente y quizás en breve se encuentre alguna medicación. Desiste de casarte con Elisabeth hasta que ese descubrimiento llegue. Sin ir más lejos, hace veinte años no existía ninguna herramienta para detectar la
pauta regresiva dominante: la reminiscencia. Pero a día de hoy, la Iglesia todavía no admite el matrimonio con discontinuos porque se considera que tienen mermadas las facultades mentales.

»Por favor te lo ruego. No te ciegues. No asumas sobre tus hombros una carga que no es tuya. Toma conciencia y no aceptes por completo esa responsabilidad. Las parejas no son como la relación que mantienes con Elisabeth. Ambos han de empujar por igual en ese proyecto ilusionado que es una vida en común. La convivencia ya es bastante dura de por sí, incluso sacrificándose ambos por igual.

Después de un breve amago por levantarse del lugar e ir junto a su esposa que lavaba la vajilla en la cocina, el Sr. Staton concluyó con aire aún más entristecido y apagado:

-No conseguirás que te ame. Es imposible. Sé listo y no cometas el mismo error que hace veinte años... yo.


Claudio Landete Anaya
Mataró, España (año 2008)

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